Anécdotas ocurridas en el transcurso de clases de Karate o de actividades relacionadas con su práctica, en esta sección no ponemos nombres propios para no herir la sensibilidad de nadie, salvo que contemos con su expresa autorización.
El despistado
Esta historia le ocurrió a un alumno que era sumamente despistado, al mismo tiempo que sumamente tranquilo. Contaba con nueve años en ese momento, ahora mismo debe de tener unos veintitrés. Este niño, que por cierto trabajaba muy bien Karate, a veces iba a las competiciones y en el momento de llegar al polideportivo se daba cuenta de que no había llevado el karategui (uniforme de karate). Una vez en la hora de clase, se puso la parte superior del karategui y el cinturón, olvidándose de la parte inferior o sea el pantalón. Cuando iba por el pasillo le pregunté que a dónde iba de esa manera y sólo se dio cuenta cuando se lo dije, los compañeros se tronchaban de risa.
La golosa
Durante el transcurso de una clase y ,como suele ser común, se hicieron una serie de preguntas entre las que se formuló la siguiente: ¿Cómo se llama el combate básico a tres pasos?, y nada más lejos de la realidad hubo una niña que nos dijo: «Bombón kumite» en lugar de Sambon kumite, lo que ocasionó grandes risas entre los compañeros.
El pardillo
Al final de un entrenamiento, y una vez en las duchas como ocurre algunas veces surgen los comentarios y hasta algunas veces, las bromas simpáticas, que no las pesada. Alguien en los vestuarios comentó deliberadamente sobre la conveniencia de llevar una mochila a la excursión de convivencia anual que se celebra en la playa de Barro, con motivo de realizar un entrenamiento especial con la mochila cargada de arena o guijarros. La cosa quedó ahí, pero cual no fue la sorpresa cuando el día en cuestión y después del entrenamiento del grupo general se nos presenta «don ingenuo» con la mochila preguntando por el «entrenamiento especial». Como podéis imaginar las risas fueron inevitables.
La guerra del champú
Ocurrió como es de prever e imaginarse en el vestuario masculino, a la hora de ducharse. A uno de los compañeros se le ocurrió gastarle a otro la broma de echarle champú sobre la cabeza una vez este había finalizado su aclarado, con lo cual este debería aclararse de nuevo, al primer afectado por la broma se le ocurrió devolverla, pero se equivocó de persona y ya se sabe como acaban estas cosas al final todo el mundo enzarzado en echarle champú a los demás, acabando las duchas como una auténtica pista de patinaje, hasta que a alguien le entró un ataque de cordura y puso fin al asunto. El echo es que esto ocurrió hace unos quince años y yo ( el profesor) me enteré hace unos días preguntando a los alumnos antiguos sobre alguna anécdota para incluir en la página web, vaya, vaya.
Una extraña visita
Eran las nueve y media de la noche del día 28 diciembre de 1999 (día de los santos inocentes) llaman a la puerta, yo estaba sólo, me comentan por el micro que un antiguo alumno me visita, yo al ser ese día pensé que era una broma y les dije que no habría la puerta pues no tenía ganas de bromas y cuelgo. Al rato vuelven a llamar y ante la insistencia, una voz conocida, es decir un vecino me dice que es cierto y accedo a abrir el portal de la calle, cuando suben al piso y llaman de nuevo a la puerta, al abrir esta me encuentro a un chico de unos veintidós años que me dice: ¿hola Ramón no me conoces? Al instante y por una rápida corazonada intuí quién era y se lo dije, si eres Antonio y en ese momento nos fundimos en un afectuoso abrazo. Efectivamente se trataba de un ex alumno pero que había dejado el Dojo con 10 años por tener que desplazarse junto con su familia por razones de trabajo y de repente se presenta hecho un hombre para hacerme una visita y saludarme, venía de viaje de novios por Asturias y sintió la necesidad o el deseo de saludarme. Con las mismas charlamos un rato y quedamos par el día siguiente para ir a cenar juntos para recordar los días de su paso por el Dojo y para contarme cómo le iba la vida en ese momento, fue cuanto menos reconfortante. Considero esta anécdota digna de ser mencionada en esta sección por su contenido humano.
Son estas pequeñas cosas por las que merece la pena seguir en el «camino».
Un saludo para Antonio desde Asturias.
Niño avispado
Estando en una clase y en un momento en que los niños observaban un cuadro donde figuran los dibujos y nombres de la técnicas de Karate do, uno de ellos me comentó, «profe» esta técnica con los dedos juntos y apiñados, ¿para que sirve? después de haber aclarado su duda, añade haciendo gestos de dicha técnica, pues tal político (omitimos el nombre) está todo el día haciendo este gesto. Dicha frase causó gracia al resto de los asistentes, con lo que me vi obligado a cortar discretamente y pasar a otra cosa. Hay que ver la imaginación que tienen los niños y sus ocurrencias espontáneas y simpáticas.
El niño con espíritu de «Samurai»
Estamos hablando de un chaval que con catorce años, era la cuarta vez que se presentaba para el examen de cinturón negro, no sin antes haber entrenado denodadamente, pues es un alumno de los que nunca faltaba a clase y además tenía una muy buena actitud en los entrenamientos ya desde niño. Era delgado y larguilucho lo cual no le hacía un karate estético y daba cierta apariencia de tosquedad, aspecto que a mi entender repercutía negativamente en la valoración que los jueces podrían hacer de su exámen. En cambio tenía y tiene un karate sobrio y fuerte y sobretodo pleno de sensacones de kime, estabilidad, vivencia etc. además de demostrar una gran confianza en si mismo.
Lo cierto es que una vez pasado de nuevo su exámen en Bilbao y una vez dados los resultados, le confirman un nuevo «no apto», tras deliberar en silencio durante unos minutos, este adolescente se acercó a mi su profesor y lejos de «hundirse» y esperar que yo le consolara por tan adverso e inesperado resultado, (tengo que admitir que yo mismo estaba desanimado, y más por él que por mi), me dice: profe estoy pensando que tal vez la vida me está poniendo a prueba, para ver si soy lo suficientemente «duro», a lo que yo me quedé perplejo ante semejante reflexión, no fui capaz de articular palabra, los pelos se me pusieron de punta y no sin hacer un gran esfuerzo para que no se me saltaran las lágrimas, solo atiné a darle un abrazo y decirle que para otra vez sería. Se pudiera decir que el alumno dió una lección al profesor o «aprendiz de maestro». Pasado el tiempo y una vez mayor este alumno, ha obtenido sin ningún problema el primer y segundo dan, son paradojas de la vida. En la acualidad ha ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía.
Enhorabuena R.F.C