KATA
La traducción de la palabra kata es «forma» y se adapta perfectamente a su significado puesto que esta es su intención. Los movimientos del kata reproducen una forma de ataque o de defensa, su conjunto representa la «forma de desenvolverse frente a un combate imaginario y su finalidad es la formación técnica del alumno. Agrupados en básicos y superiores representan los diferentes escalones por los que debe avanzarse, no debiendo recorrerlos a la carrera. Los katas básicos tienen una clara finalidad pedagógica, buscando la corrección técnica y el fortalecimiento físico del cuerpo.
Los katas superiores conllevando una madurez técnica, añaden a ésta un sinnúmero de desplazamientos y combinaciones que desarrollan reflejos, habilidad y equilibrio. Todos ellos se desarrollan siguiendo unos moldes rígidos de realización, dentro de un orden establecido, en el que tanto la exactitud de la técnica como la línea del desplazamiento (embusen) debe de ser fija y constante de forma que el primer y el último movimiento coincidan sobre el mismo punto.
Su práctica proporciona elasticidad armonía y ritmo, a la vez que velocidad y potencia. Pero no debe señalarse solamente su utilidad física, puesto que en ellos es vital tomar una actitud mental correcta, con total identificación con el kata que se desarrolla, viviendo sus movimientos e interpretando sus diversas fases. La coordinación mental en los «Kiai» (grito abdominal), como culminación de una técnica definitiva, es aún más importante que la realización física de la misma.
No abandonar nunca su entrenamiento es una garantía de progreso en artes marciales.
La China conoce desde la antigüedad un sistema didáctico que se expresa con «forma y no forma». Encuentra un lugar en todas las experiencias humanas donde haya un aprendizaje. Por ejemplo: un muchacho que tiene que aprender a escribir tendrá que educar su mano a los signos gráficos, aprender las reglas gramaticales, sintácticas y después, estudiar a los clásicos; todo ello constituye la forma. Pero inmediatamente después de haber iniciado el estudio de la forma, debe ejercitarse libremente en la creación de un propio estilo ( de grafismo, de composición y de expresión), y eso es la no forma. En el Japón se dice también » poner dentro de un modelo» para llegar a sacar fuera una expresión, que es propia del individuo, que refleja su personalidad.
El aprendizaje primario no es así. Consiste en realizar experiencias directamente, partiendo de las propias facultades cognoscitivas, pero no puede llegar muy lejos. Lo que entendemos por aprendizaje de segundo grado es atesorar experiencia de aquellos que nos han precedido, creando con el tiempo una larga cadena vertical que suma el caudal de las experiencias individuales (tradición). pondremos dos ejemplos.
Si quiero «inventar» las matemáticas, puedo hacerlo observando la realidad y utilizando los dedos. por genial que sea mi mente, podré llegar a efectuar operaciones simples, tal vez intuir la utilidad de las relaciones más completas (elevar a potencia o extraer la raíz cuadrada) y, tal vez, llegaré a una simple ecuación. pero un muchacho de las clases superiores llegará más lejos que yo estudiando (y ejercitándose) sobre la «forma» de los grandes matemáticos del pasado.
Inventemos una leyenda: una tribu primitiva vive en un territorio cazando conejos y utiliza pequeños bastones para hacerlos salir de la madriguera. después el clima cambia, los conejos desaparecen y aparecen grandes rebaños de bisontes. La habilidad en el empleo de los bastoncillos resulta obsoleta y la tribu se ve condenada al hambre. pero hay alguien que no se rinde; desesperado, intuye que los animales son una gran fuente de alimento y se sitúa en una colina para estudiarlos. observa que el jaguar se aproxima en dirección contraria al viento a los animales más viejos y débiles, o a las crías aisladas, y los ataca con las uñas y con los dientes, capaces de desgarrar. y el hombre lo prueba, recubierto por una piel de jaguar y utilizando astillas de sílex. y, tras múltiples intentos, lo logra (aprendizaje primario). Regresa con los suyos y les explica lo que ha hecho. pero la gente no puede comprenderlo y se burla de él. y si insiste, la autoridad de la tribu acabará por expulsarlo. y nuestro héroe vive solo, pero come, mientras los demás se debilitan y mueren. hasta que un joven emprendedor se une a él y le pide que le enseñe a cazar el bisonte. entonces nace la necesidad de la enseñanza de segundo grado y la experiencia ha ce pasar del experto al aprendiz. pero el primero no puede, no logra transmitir rápidamente su intuición de base, los detalles de su larga observación, las mil pequeñas cosas que en él se han ido acumulando con los años. entonces inventa una danza en la que, recubiertos con las pieles de jaguar, sujetando los sílex, los jóvenes repiten los movimiento de aproximación al animal. esto representa una buena preparación, sobre todo si, a través del contacto personal, logra representar el espíritu de la caza, y no sólo los movimientos externos. ha nacido el principio de kata.
Este kata que en nuestras escuelas está representado por los libros de reglas y de ejercicios de forma, sumados a las lecciones de un profesor experto que comunica la relación íntima que ha alcanzado con el arte del que se ocupa; que en la artesanía significa «estar en el taller», viviendo en estrecho contacto humano con el que sabe más (el maestro). ciertamente, al lado de todo esto se precisa el libre ejercicio, en el que el alumno se encuentra con las verdaderas dificultades. especialmente en el karate descubrirá que el kata contenía la forma de todo el saber (también ma, hioshi, yomi, kime) y que, gracias a él, se encuentra libre el camino.
Pero la máxima valoración del kata consiste en la directa transmisión de hombre a hombre, no ciertamente en lecciones colectivas con centenares de alumnos (kata superficial), esta forma de actuar moderna, que lleva a la incomprensión y a una rápida degradación de las experiencias del pasado.
En el karate, la forma técnica está contenida en kyhon, que son la forma mínima de los niveles del kata. después se encuentran aquellos ejercicios complejos que contienen también técnica, pero que están destinados a transmitir los elementos más secretos del arte. un primer nivel de enseñanza del kata comunica los elementos magistralmente expresados por Hirokatsu Kanazawa en Basic Karate Katas:
– yoi-no-kishin: el espíritu de estar dispuesto, la actitud de la voluntad y de la mente en el acto de enfrentarse a un adversario.
– in-yo: el activo y el pasivo, que sitúa la mente en las formas de defensa y de ataque.
– chikara-no-kyokaku: el uso de la fuerza, el grado de potencia física necesaria en las posiciones y en las técnicas.
– waza-no-kankyu: la velocidad del movimiento en los desplazamientos y en las técnicas.
– tai-no-shinshuku: el grado de expansión y contracción del cuerpo en cada fase del combate.
– kokyu: la respiración relacionada con la posición y el movimiento.
– tyakugan: las finalidades exteriores; correlación entre la mente y la acción.
– kiai: el grito para encontrar coordinación entre la emisión de la energía interna, la voluntad y el movimiento.
– ketai-no-hoji: la correcta posición que es total; se refleja en el cuerpo, en la mente y en el centro de la conciencia.
– zanshin:la actitud de la mirada, sin la cual no es correcta la concentración y que debe mantenerse desde yoi («empezar»), a enoy («relajarse»).
Examinando las explicaciones de kanazawa., podemos reconstruir su estructura de análisis, yoi-no-kishin es una actitud preliminar, cuya importancia conocen todos los agonistas. los nueve puntos sucesivos se encuentran emparentados en grupos de tres: in-yo, tai-no-shinshuku y kokyu son tres niveles de dualismo de base (in-yo o inn-yang, en chino, son el activo y el pasivo, el masculino y el femenino, lo claro y lo oscuro). El primero se refiere a la mente que gobierna la táctica, e segundo al cuerpo que se cuida de la técnica; el tercero a la respiración que suministra la energía. Comprender in-yo en todas las expresiones del ser que quiere decir estar en armonía con el ritmo del universo. El segundo grupo, formado por el chikara-no-kyokaku, kankyu y tyakugan, apunta directamenete a la eficacia, a la energía, velocidad y coordinación del ser. Es la forma de hacer externa que admira el público entre las demostraciones de habilidad, o sea, en el combate y en los shiwari (pruebas de rompimientos). Se trata de un descenso al mundo al mundo práctico en el que hemos de vivir, sin el que no existiría el karate. El tercer grupo expresa un nivel superior, el que sitúa al ser humano entre el cielo y la tierra: kiai, keitai-no-hoji y zanshin, llevan a la síntesis de los otros dos grupos, valorando las inmensas facultades no analizadas del ser humano tendientes hacia la evolución. La nergía, la posición y la correcta actitud mental forman en un cierto sentido, el karate superior, alcanzando las más altas cimas espirituales que, muchas veces, se expresan en nobles ascensos filosóficos como el Yoga y el Zen.
El esquema de Kanawawa es clásico. Tres es el número de la creación en el taoísmo «(…) de la Nada vino el Uno, que generó el Dos (in-yo) y juntos dieron lugar al Tres de este nacieron las diez mil cosas (el infinito múltiple). Tres veces tres es el multiplicarse después de la Creación, diez es el número perfecto que simboliza la creación ya cumplida, es decir, el Universo. Y es esta correspondencia entre el macrocosmos y el microcosmos del practicante lo que siempre ha buscado la filosofía oriental: «Lo que está en lo alto es como lo que se encuentra en lo bajo» (Tablas esmeraldinas de Hermes Trimegisto). Pero Kanawawa pertenece a la generación que enseña a clases muchas veces demasiado numerosas y este esquema, respecto a la complejidad del kata, es elemental. Constituye, simplemente, un método de estudio para iniciar y captar con el cuerpo conceptos complejos, como ma, kyoshi, etcétera. En la enseñanza i-shinden-shin «directamente de tí a mí», existen profundidades insondables que permiten a la personalidad del instructor educar al alumno en una forma de ser que la ciencia aún no ha logrado medir, ni la palabra puede describir. Para el instructor es una forma de sobrevivir, tras su muerte, en el alumno; para este último es un don inestimable.
Estas condiciones abren camino a la transmisión, por lo que se dice: Funakoshi es el alumno de Itosu, entendiendo que una parte del viejo sobrevivía en el más joven. Pero también en Occidente, Giotto era alumno de Gimabue, e ilustres cirujanos afirman con orgullo que son alumnos de médicos extraordinarios.
EL CINTURÓN
Simboliza el ciclo del aprendizaje de una persona en las distintas etapas de la vida.
Cada arte marcial según su país de origen y la personalidad de su fundador, así como la de sus seguidores interpreta de forma distinta el significado del cinturón y los conocimientos técnicos en cada uno de sus múltiple grados.
Todos estos grados se obtienen a través de complejos exámenes técnicos ante los tribunales oficiales convocados por sus respectivas federaciones. Sus programas de examen contienen variantes según la edad, el sexo y los méritos deportivos de sus aspirantes. A partir del sexto dan desaparecen los exámenes para intervenir otros valores y méritos, sólo a título póstumo se otorga el décimo dan, pues la perfección es considerada inalcanzable en vida.
La finalidad práctica del cinturón es sujetar el traje para evitar su holgura excesiva y permitir una mejor maniobrabilidad del practicante durante los entrenamientos. El color de los cinturones va oscureciéndose con los años de dedicación y de práctica hasta llegar al cinturón negro 1er dan, el cual representa la mayoría de edad técnica del practicante. entre el tercero y el quinto dan el artista marcial es considerado como profesor o maestro. Del sexto al noveno dan, nuestra estructura occidental sitúa al practicante con el título de doctor en artes marciales. En Europa el método de enseñanza está prácticamente unificado para casi todas las artes marciales. sus programas técnicos oficiales son casi los mismos en cuanto al grado, la forma del examen técnico, el tiempo de práctica aconsejable en cada grado y los variados simbolismos de sus colores.
Grado | Tiempo de práctica | Simbolismo |
Blanco | 3 meses | Ingenuidad, limpieza |
Amarillo | 4 meses | Descubrimiento, realismo |
Naranja | 5 meses | Ilusión, amor |
Verde | 6 meses | Esperanza, fe |
Azul | 7 meses | Idealismo, pureza |
Marrón | 12 meses | Iniciación, conocimiento |
EL DO (CAMINO O VÍA)
Intuición y aprendizaje en las artes marciales
Existe un término etimológico común a todas alas artes marciales, que debidamente utilizado subraya la diferencia existente con cualquier otro género competitivo, este es el término «do», cuya traducción por dirección o camino permite vislumbrar la separación pretendida entre una mera ejecución depurada y la consecución de una auténtica disciplina, en la cual la técnica de los movimientos no es más que un instrumento a su servicio, que si bien nos guía por al camino, no es su final.
El discernimiento de esto por el espíritu oriental, apoyado en el pensamiento zen, ha permitido que los conocimientos se perpetúen y pasen del maestro a alumno a través de los años, con ciertas variaciones técnicas, condicionadas por entorno físico de cada época, pero aglutinadas todas ellas alrededor de una idea, el conocimiento de las cosas y el de uno mismo como meta final.
Este «do» , esta camino necesario a recorrer se apoya en un sistema, la intuición enseñada, lo cual nos lleva a una paradoja de que algo propio e íntimo de cada individuo, la intuición, puede enseñarse, e incluso formar escuela.
El logro se persigue a través de los métodos de enseñanza zen, que los maestros han trasladado a las artes marciales . Así concluyen, la consecución de una actividad plena y su conocimiento en una forma real o interna sólo se consigue a través de la propia intuición, la cual guía al individuo por el camino cierto.
Por ello el maestro tiende a cultivar esta propia intuición y ante la imposibilidad de enseñarla, por ser particular y propia de cada yo, inicia el aprendizaje, colocando al alumno ante unas condiciones preestablecidas para que pueda alcanzar la comprensión, provocando situaciones normalmente violentas física o psíquicamente, que hacen actuar dentro del no pensar, dentro del camino, siendo después el alumno quien tendrá que seguirlo, ver o no ver y comprender, o no, lo visto.
Este encauzar repetitivo a través del aprendizaje y encaminado a la intuición, nos ofrece la dualidad de término, intuición y aprendizaje, pero no como disyuntiva, sino en íntima unión. Su separación produce «genios locos» que realizan gestas sin explicación, en determinados momentos y cuya labor, de estricta intuición personal, no deja caminos ni enseñanzas a seguir. Igualmente, el mero aprendizaje técnico no produce sino autómatas, de estilo más o menos depurado que ignoran la verdad de cuanto creen saber.
Por ello la intuición y el aprendizaje deben apoyarse mutuamente, marcando el camino que sólo con esfuerzo y constancia se puede seguir, para progresar en las artes marciales y en la vida misma.
EL CONTROL
La posibilidad de efectuar un ataque definitivo, pero teniendo la conciencia de poder detenerlo en el momento exacto, antes de que produzca un mal irreparable, constituye una de las reglas básicas del Karate-do y prueba de un control mental que va mucho más allá que la mera ejecución física.
Este sentido de la distancia debe inculcarse, formando parte siempre de un entrenamiento previo al trabajo libre por parejas. Según los ataques, van adquiriendo con la práctica auténtica potencia el poder determinar exactamente su dirección y distancia óptima, con el fin de no dañar al compañero, permite alcanzar una seguridad interna que facilita de gran manera el progreso técnico.
Por todo esto debe de entrenarse mucho sobre este extremo, tanto quietos como en movimiento, utilizando los pies y las manos y aumentando gradualmente la velocidad de ejecución según se adquiere seguridad.
KARATE INFANTIL
La denominación de karate infantil incluye a los alumnos comprendidos entre los 7 y los 15 años de edad, cuyo número ha aumentado espectacularmente en los últimos años, edades en las que cabe diferenciar un tratamiento especial a la enseñanza del Karate-do.
La labor, dentro de estos años, que un profesor puede aportar a la formación humana del niño presenta caracteres muy positivos, tanto en el campo de los valores colectivos (integración en el grupo, compañerismo, respeto mutuo) como individuales (emulación, superación, esfuerzo), aunando a estas características internas un desarrollo físico equilibrado en el que se ejercita todo el organismo a manos libres y con gran intensidad. considerando al niño como un individuo en plena evolución, la práctica del Karate es escalonada, combinando los ejercicios-juegos iniciales de los siete años con el subsiguiente trabajo teórico y práctico que le permite abordar la adolescencia con el conocimiento técnico necesario para poder valorar sus progresos y fijar sus propias metas, lo cual le lleva a continuar con agrado en el aprendizaje, en una fase en la que el endurecimiento del trabajo tiende a afirmar su carácter, y el progreso se muestra cada vez más evidente.
El seguir estos caminos y el fijar estas metas es esencial para alcanzar una correcta formación individual dentro del marco social establecido.
PRIMERA ETAPA
El primer paso en la enseñanza se alcanza en una combinación de respeto y juego, aunando a ellos el aprendizaje inicial de la técnica de un modo informal que rompe la frialdad del niño ante lo desconocido.
Con este binomio de jugar y aprender, el niño junto con el ejercicio físico, va fundamentando los conocimientos básicos del Karate. Esta etapa inicial estará encaminada a favorecer las aptitudes naturales del niño de una forma progresiva y acorde con su desarrollo sicofísico.
SEGUNDA ETAPA
En esta fase, el niño inicia su introducción en el mundo técnico, con un trabajo individual y personal, pero dentro de un amplio grupo en el que todos realizan unos mismos ejercicios con la intención de conseguirlos lo más perfectos posible. Los juegos se van abandonando y las enseñanzas y aptitudes toman una mayor formalidad , acorde con el espíritu de las artes marciales que van asimilando.
El progreso se va evidenciando, físicamente siempre es más palpable que en el estudio, y el cambio de cinturones según el grado de conocimiento alcanzado le impulsa a superarse.
JIYU KUMITE
Podemos definirlo como la aplicación práctica y controlada de las técnicas de ataque y defensa aprendidas a través de los katas y del kihon, las cuales se realizan libremente enfrentándose a un contrario que cumple la doble misión de adversario y colaborador, siendo el mutuo respeto la única barrera que separa al jiyu kumite del jissen kumite (combate real) y por lo cual algunas técnicas están prohibidas, así como el uso indiscriminado de otras, quedando de esta forma reglamentado el desarrollo del combate.
A pesar de que el comportamiento es mucho más libre y la realización de los movimientos no es tan estricta como en los katas, existe una serie de normas básicas a observar si se quiere seguir progresando dentro del camino del aprendizaje.
Tachi kata (posición de las piernas): Constituye la posición adoptada que debe ser erguida y relajada, pero atenta en todo momento, con las rodillas ligeramente flexionadas y el peso repartido por igual entre ambos pies, los cuales se asientan sobre toda la planta, pero con una ligera presión mayor sobre el área de los dedos, que constituyen los impulsores de los movimientos y desplazamientos, pues el talón apenas roza el suelo.
Kamae kata (posición del cuerpo superior): Representa la postura del cuerpo superior, con la cadera ligeramente baja, el torso de perfil y equilibrado en su centro de gravedad, el brazo adelantado está ligeramente doblado de forma que su codo proteja el costado y el otro se sitúa cercano al plexo solar, ambos están relajados al igual que los hombros, libres de tensión antes de actuar.
Me no tsuke kata (situación de la mirada): Es la situación de la mirada la cual podríamos definir como periférica sin centrarse en una parte determinada del adversario pero abarcando todo él, desde la cabeza a los pies.
Maai: La distancia entre los dos contrarios constituye uno de los temas más delicados a la hora de plantear un ataque, pues de ella dependen las técnicas a ejecutar, su efectividad y las posibilidades de defensa y respuesta.
Así mismo cada combatiente tiene su distancia propia, de conformidad con la constitución psicofísica y del sistema de entrenamiento seguido que condiciona la utilización de determinadas técnicas.
El hacer entrar al adversario dentro de la distancia que nos es favorable constituye una de las fases primordiales de la estrategia del combate y a ella deberán ir destinadas nuestras fintas, esquivas y desplazamientos, provocando roturas de ritmo o errores de posición que nos procuren la ventaja necesaria.
Las técnicas ofensivas de brazos y de piernas utilizan distancias y tiempos diferentes para alcanzar idénticos objetivos, también existen sensibles diferencias, en la ejecución de una misma técnica según se realice por el lado derecho o izquierdo. Esto demuestra que el dominio de la distancia (maai) presenta serias dificultades, incluso para los practicantes más adelantados.
Deai (el encuentro): Constituye el momento de choque en el ataque, el mutuo encuentro que determina que el más veloz sea el que salga victorioso. En dicho estado, la distancia está rota, ambos contrarios se encuentran al alcance de las técnicas y sólo el más rápido y decidido será el que saque ventaja de su ataque, por lo cual las técnicas defensivas se abandonan, provocándose un doble ataque del que únicamente uno saldrá vencedor.
Por supuesto que constituye una fase agresiva y bella, pero a la vez peligrosa, tanto físicamente como en razón a la estrategia de combate y en general viene siendo sustituida por otras modalidades de ataques, desplazamientos y esquivas que tienden a un movimiento más fluido y meditado.
El encuentro (deai) se produce siempre en la distancia corta denominada también de máximo peligro. A saber entrar y salir de ella con éxito está encaminado todo el trabajo concerniente al combate (kumite) en sus múltiples variantes.
El encuentro es la parte más dura y encarnizada del combate debido a la contundencia de los contactos que se producen en él. La velocidad, la potencia, la destreza o la decisión convertirán en exitosas o fallidas las técnicas utilizadas por ambos contendientes.
Sen no sen (iniciativa, anticipación): Una mezcla de observación e intuición constituyen las condiciones necesarias para llevar a efecto un ataque anticipado. Estudiar la guardia, la posición, la situación mental del contrario, todo ello es necesario al principio, después es el propio cuerpo el que decide, libre la mente de observar los detalles pasa sobre ellos y el ataque se produce cuando se da la circunstancia precisa, sin pensar cómo se ha dado. No es necesario parar ni tampoco contraatacar, una apertura en la guardia del contrario, un cese en sus ataques sucesivos, un cambio de ritmo, de respiración, un soplo de distracción, cualquier circunstancia es captada y utilizada por nuestro ataque, que surge sin provocarlo.
Go no sen (iniciativa subsiguiente): No debemos confundirlo con una fase de contraataque, pues es nuestra actitud la que provoca la circunstancia adecuada.
Un aparente abandono mental favorece su ataque, al que replicamos nada más esquivarlo, otras veces una técnica que ejecutamos a medias es fácilmente parada, pero produciendo la apertura necesaria para que podamos alcanzar al adversario con nuestro verdadero ataque.
No se trata por tanto de parar y contraatacar, sino de provocar la circunstancia, de encauzar las técnicas y actitudes del contrario hacia el camino previsto por nuestras intenciones reales, justo entonces el ataque final se produce.
KUMITE
Shiai (competición), no es kumite («practicar en pareja»), y se equivocan los jóvenes que confunden las dos cosas. en el kumite se encuentra siempre presente el ego, que busca una mayor perfección, a bajo nivel (técnica) o en la actuación superior. En el combate, que hoy ha sido reglamentado en la competición, la conciencia individual deja paso a una forma de ser «no ordinaria», que permite la utilización de «yomi», la intuición que es la expresión de «jnana», la sabiduría instintiva de los «rishi» (sabios) hindús.
Kumite es el entrenamiento que los guerreros practicaban al amanecer en los patios del castillo, entre compañeros. Así fortalecían y se preparaban. Shiai es la batalla en la que se requieren todas las energías, tanto las mucho como las poco conocidas. No puede tener lugar diariamente. Se trata de un hecho excepcional, un examen, una experiencia que da la suma de la ruta recorrida en el camino.
La mente, dirigida a la estrategia y a la táctica durante un combate, permitirá quizá tener éxito y triunfar, pero no permitirá encontrar aquellos estados superiores del ser que diferencian a un combatiente de un deportista.
Por otra parte, oriente nos enseña que el camino del guerrero se halla reservado a muy pocos; otros pueden recorrer el camino del deber (en sánscrito, karma yoga), del amor (bhakti), de la especulación filosófica (jnana), o del poder (raja).
Hoy que casi toda la población está dirigida al deporte por un sistema que considera la actividad física como una prevención contra las enfermedades (sino un adiestramiento militar o un espectáculo para divertirse), no podemos pretender que cada uno haga el recorrido evolutivo que fue propio de la casta guerrera. Por lo tanto, bienvenidos sean los deportistas y convivan con los sinceros practicantes que buscan el camino; algo semejante ha existido siempre y no turba el orden del porvenir. Por la influencia de la práctica deportiva se perderán muchos secretos, pero quedarán latentes en el género humano, para que alguien pueda descubrirlos de nuevo.
KARATE FEMENINO
Exposición: Al igual que en el resto de las actividades, la mujer se ha incorporado con empeño a las artes marciales y, si bien se acerca a ellas con motivos tan varios (comunes a veces con los del hombre) que van desde mejorar una figura a la propia defensa, muchas de ellas las asimilan con auténtico espíritu marcial.
Precisamente ese espíritu es la verdadera piedra de toque del karate femenino, que si bien presenta virtudes como la elasticidad, la plasticidad y la estética, por otro lado adolece en muchos caso de la expresión enérgica y la ejecución marcial necesaria en una actividad de corte guerrero, transformando entonces las katas en un ballet de gran belleza, pero ajeno al significado real de las técnicas.
Salvo este defecto apuntado, superado ya por algunas escuelas, la integración es plena y totalmente satisfactoria, asumiendo su karate, el empuje necesario y la expresión precisa.
Durante el campeonato del mundo de 1980, celebrado en Madrid las mujeres compitieron por primera vez dentro de la modalidad de katas (formas).
Gimnasia: El trabajo de elasticidad es sin duda el que menos dificultades causa a la mujer debido a su especial constitución física, pero es a su vez el gran enemigo pues esta facilidad en realizar los movimientos amplios y altos les resta eficacia en especial en velocidad y potencia, la falta de concepto de la concentración muscular en el momento del impacto y de fuerza en brazos y piernas dificulta también un karate potente, por ello es el tema en que debe incidir procurando entrenar las masas musculares sin miedo a una deformación, puesto que el especial trabajo del karate propicia musculatura veloz, larga y eficaz, dentro de toda ella de los cánones de estética usuales.
Técnica: Tanto por las especiales características de enfoque de las propias escuelas como del alumnado, el perfeccionamiento técnico constituye en general la meta primordial de la mujer y, ciertamente, la falta de entrenamiento de competición libre hace que sus movimientos alcancen una realización más precisa que la de los hombres, debiendo únicamente incidir sobre el trabajo de las posiciones para conseguir bases estables que apoyen una ejecutoria ágil y rápida a la vez que potente. Conviene resaltar que el entrenamiento constante de la técnica, tanto fundamental como superior, favorece enormemente la figura estilizada de la mujer, siempre que no se efectúe con sobrecarga.
Kumite: Ceñido casi el entrenamiento a los ataques preestablecidos, las técnicas, después de un cierto tiempo, la mujer las utiliza con igual vigor que el hombre, pudiendo trabajar indistintamente entre ellas o en parejas mixtas y aunque en principio es recomendable, en razón al peso y fuerza, la utilización de esquivas y paradas deslizantes, los movimientos iniciales pueden desarrollarlos con toda energía, tanto física como mental.
Katas: Enfocados tanto como menta de perfeccionamiento como con fin competitivo, ofrecen una parcela de trabajo en que los resultados son realmente brillantes, uniendo a la calidad técnica una plasticidad y una expresión de vivencia difícilmente igualables.
Así, una vez superada la falta de concentración muscular y de fuerza ya indicadas, los katas adquieren auténtica brillantez aunando toda una gama de factores físicos y psíquicos que a la vez de un trabajo enérgico y marcial incorporar la fase de arte que conllevan y la cual nunca debería ser olvidada.
KARATE AL AIRE LIBRE
La puesta a punto: El entrenamiento al aire libre tendrá unas condiciones especiales por varios motivos, entre los que destacan la época en que se realice (en verano, será la más suave, pero si es en invierno habrá que prestar especial atención a los ejercicios destinados a lubricar las articulaciones y aumentar la distensibilidad de los músculos, para evitar lesiones) y la existencia de una motivación especial en los karatecas desde el principio (no olvidar que una de las funciones básicas del calentamiento es situar a los deportistas en el estado mental necesario para realizar ese esfuerzo superior a lo habitual que significa el entrenamiento).
La metodología de la puesta a punto depende del criterio o costumbre de cada entrenador, y del nivel de los entrenados pero es importante aprovechar las posibilidades que el medio nos ofrece, para variarlo al máximo, utilizando la falta de limitación de espacio (problema que existe al calentar en el gimnasio) para hacer especial hincapié en los ejercicios con carrera variando la velocidad y el ritmo, utilizando las cuestas para poner más rápidamente a punto el sistema cardiorrespiratorio. Es muy importante calentar adecuadamente los tobillos y rodillas para evitar que los desniveles del suelo puedan jugarnos una mala pasada.
Las técnicas fundamentales: La realización de las técnicas fundamentales al aire libre nos permitirá experimentar una nueva dimensión de las mismas, ajustándonos a las dificultades que el medio nos presenta. Se nos obliga así a solventar toda esa serie de problemas que el suelo «ideal» del gimnasio no nos plantea, como pueden ser: la dificultad de arrancada de una técnica si nos encontramos en un terreno resbaladizo, como la hierba o demasiado blando, como la arena de una playa o la nieve, o si estamos metidos en el agua hasta las rodillas, con la dificultad para el desplazamiento que esto supone. Además, la precisión de las técnicas habrá de sufrir un proceso de ajuste, pues no es lo mismo efectuar, digamos, un giaku-tsuki con los pies perfectamente asentados que sobre un suelo irregular.
Así pues, la ejecución de las técnicas fundamentales en la naturaleza, en esas condiciones a que nos somete el entrenamiento al aire libre, nos permitirá tener una idea más real de nuestras posibilidades en unas condiciones no perfectas, lo cual es un factor muy importante a tener en cuenta si alguna vez hemos de recurrir a nuestros conocimientos de karate como sistema de defensa personal.
El entrenamiento por parejas: Aquí, como en el entrenamiento en el gimnasio, el entrenamiento por parejas de técnicas y kumite, representa una de las facetas más amenas. Al realizarlo al aire libre implica un grado de exigencia superior al que hay en el gimnasio por varias razones, como son: que introducimos una nueva dificultad a las que ya presenta el medio, pues hemos de contar ahora con la acción de nuestro compañero; que aquí la precisión de las técnicas ha de ser máxima, aunque las características de las mismas – velocidad, distancia, rapidez en el arranque, asentamiento de la base de apoyo, sobre todo en las patadas y en los desplazamientos – varían respecto de las acciones realizadas en el gimnasio, ya que sino se cumple esto, se corre el riesgo de lesionar a nuestra pareja (si, por ejemplo, estamos trabajando con zapatillas de deporte e incluso botas de esquí).
Por otra parte, la ejecución de las técnicas en estas condiciones representan la única posibilidad de conocer nuestras capacidades reales fuera del gimnasio. El trabajo, pues, debe incluir todas las posibles variantes: combate en pendiente, en el agua, técnicas en esas mismas condiciones y trabajo nocturno, ya que aquí la percepción de la distancia, la inmovilidad y la velocidad varían respecto al día.
El acoplamiento al medio: El medio natural presenta variaciones, de las que ya hemos ido hablando, respecto a ese otro medio «ideal» que supone el gimnasio, por su suelo uniforme, temperatura agradable, buenas condiciones de luz, etc. Por otra parte, el entrenamiento al aire libre nos proporciona la posibilidad de introducir elementos de dificultad que no poseemos habitualmente en el gimnasio, como puede ser el ejecutar las técnicas en pendiente, lo que fortalece extraordinariamente la musculatura de las piernas; el ejecutar patadas o puñetazos en el agua, lo que fortalece mucho la musculatura del miembro utilizado y la cadera, o realizar técnica o combate en la arena, hierba o nieve, lo que obliga a aumentar la velocidad de ejecución, ya que la de arranque está disminuidas por las condiciones del terreno.
Además, el realizar las técnicas descalzos proporciona un grado de endurecimiento de los pies mayor que el que se obtiene habitualmente en el gimnasio, así como una mayor sensibilidad hacia los accidentes del terreno.
Todo este cúmulo de pequeñas dificultades nos obliga a conseguir unos grados más de elasticidad dinámica, que luego nos serán muy útiles de vuelta al gimnasio.
LAS ARTES MARCIALES COMO PRÁCTICA VINCULADA AL ZEN
En el transcurso de la evolución de las artes marciales desde China hasta Japón, pasando por Corea, vemos que no siempre las artes marciales han estado vinculadas al espíritu del Zen. Incluso hoy en día podemos decir que hay grandes dosis de desvinculación.
Así, por ejemplo, el denominado bujutsu de por sí, no se refiere sino a las técnicas prácticas escuetamente, lejos de referirse a otros fines:
«El bujutsu, y deseamos insistir en ello, está particularmente ligado a los aspectos prácticos, técnicos y estratégicos de estas artes, como lo indica la presencia del ideograma designando la técnica».
Por tanto, el bujutsu hacía referencia sobre todo a cierta técnica (jutsu) «militar» (bu) y representaba las diversas especializaciones del arte de combate en general. Y como tal técnica se utilizaba según los fines que el especialista le daba, que eran fines sobre todo de beneficio personal y de supervivencia.
Más bien, estas técnicas están más cerca de las artes de la guerra y no se pueden llamar todavía propiamente artes marciales.
La denominación de artes marciales surge de una profunda vinculación de la técnica a una «vía» de superación personal. Así pues, a la técnica se le añade un sentido superior. Y así tenemos que:
«Cuando estas especializaciones son concebidas en tanto que disciplinas con un fin educativo o ético, la técnica deviene «vía» (do) es decir el «camino» lo esencialmente hacia la autorrealización espiritual más bien que puramente práctica.
Y es este sentido de «vía», de «camino» lo esencialmente importante en las artes marciales. Esto supone la posibilidad de dirigir nuestro propio espíritu y «esto surge del zen y no de la técnica de las artes marciales».
Aunque no tenemos por ahora referencias anteriores exactas parece ser que la vinculación más primitiva que se conoce entre el Zen y las artes marciales se fecha alrededor del año 520 de nuestra era. Es decir, cuando Bodhidharma (Bodai-Daruma) llegó a China de la India.
Parece ser que el monasterio Shórinji (Shao-lin-szé) bajo la dirección de Bodhidharma se desarrollaron técnicas de combate similares a las del judo, karate y tai-chi actuales, este desarrollo provino principalmente de una influencia y ambiente exterior predominantemente inseguro y peligroso.
Esta vinculación de Bodhidharma y las artes marciales, no obstante entrelazan a éstas con el fundador de la escuela chŽan (zen).
Breve sinopsis histórica sobre el origen del zen
Podemos decir que el espíritu del zen va modelándose históricamente de acuerdo a la idiosincrasia de los diferentes grupos humanos que lo adoptan, practican y experimentan.
Así, el grupo hindú caracterizado sobre todo por la especulación y sutileza analítica configuró una práctica altamente meditativa (yoga) que contrastó con la practicidad china.
Ya en algunas obras importantes hindúes encontramos frases que se pueden relacionar perfectamente con ese espíritu de dominio de sí mismo, de renuncia a los frutos de la acción que será tan característico en el zen. Así, leemos en el Bhagavad Gita (parte de la grandiosa epopeya hindúa Mahabarata):
«Mucha virtud y mérito hay en el dominio de sí mismo». Queremos decir con esto que estas reminiscencias hindúes no se pueden soslayar a la hora de hacer una breve referencia al zen como hacemos aquí y que necesitaría de una profundidad mayor.
Para nuestro propósito basta decir que se desarrollaron dos tendencias del budismo: Mahayana e Hinayana.
Escuetamente la diferencia entre ambas es que el Mahayana (llamado «gran vehículo») consideraba su metodología más activa que la hinayana («pequeño vehículo»). Lo cierto es que estas tendencias van a transformarse y enriquecerse cuando toman contacto con la mentalidad china. En realidad se pasa de una mentalidad altamente especulativa a otra eminentemente práctica y afanada sobre la tierra: «La síntesis más notable de los valores chinos e indios se consiguió en la escuela de la Meditacióno ChŽan (zen)».
En esta breve reseña sobre la evolución del zen en China tenemos que aludir forzosamente a la figura de Lao-tsé y su pensamiento taoista.
El taoismo se caracteriza por el no análisis, no discursividad y si, en cambio, por desarrollar profundas intuiciones. También vemos cómo esta cosmovisión se aplicaría después al arte de la guerra y a las diferentes artes de lucha que posteriormente se desarrollaron (tai-chi).
Cobra importancia el ajuste del ser humano al equilibrio de la naturaleza. En realidad el libro del Tao consta de máximas filosóficas procedentes de una observación de los acontecimientos sociales y naturales.
El punto de partida de estas ideas no es propiamente, como la filosofía occidental clásica en general y la griega en particular postula, el intelecto, sino la intuición.
Lo importante no es pensar sobre lo que se dice, sino intuirlo y practicarlo.
En el Tao, como se dijo con respecto al pensamiento hindú, lo importante es conocerse a sí mismo y esto supone esfuerzo propio para la conquista de sí mismo.
Quien vence a los demás,
tiene fuerza.br /> Quien se vence a sí mismo,
es fuerte.
El taoismo está, pues, en armonía con la naturaleza. Comprender el Tao significa ser uno con la naturaleza. Nuestras mentes están acostumbradas a analizar, a separar. Estamos nosotros y la naturaleza como entes separados. Pero nosotros, nos dice el taoísmo, somos la naturaleza. El practicante de artes marciales debe buscar ese encuentro de armonía con la naturaleza.
Sobre la muerte
En un contexto histórico en el que la inseguridad por ser asaltado y desvalijado parece ser que era la norma, tenían que crearse técnicas no sólo de lucha sino psicológicas que reforzasen la voluntad y disminuyesen el miedo a la muerte. Había que buscar la unidad del espíritu, tranquilizar la mente para mejor servirse de ella.
Esta unidad de las diferentes pluralidades que configuran el ser humano es la visión intuitiva taoísta.
Innumerable es la variedad de los seres,
mas todos retornan a su origen.
Hay un origen común a los hombres. Todos volvemos a nuestro origen, entonces ¿por qué ha de preocuparnos la muerte si es un retorno a lo que ya somos? La muerte es entonces una experiencia de nuestro propio origen.
Esta manera de experimentarse a sí mismo y por ende de sentir el mundo dará a la mentalidad china una forma de vida diferente a otros grupos humanos.
Pero esta manera de pensar corría de caer en un desprecio por la propia vida y la de los semejantes, cuando en realidad el principio taoísta se sustenta precisamente en el respeto a la vida humano y así nos dice:
Quien encuentra placer en matar hombres,
no podrá realizar su ideal en el mundo.
Por eso a nadie honra la muerte de un semejante, sólo una persona que no valora la vida humana puede alegrarse de tal «victoria».
Pero lo cierto es que nadie puede experimentar la muerte con su justa dimensión si no ha experimentado la vida. Porque lo importante en el Tao es vivir espontáneamente la vida cotidiana y he aquí que cuando esto es practicado la muerte se convierte en un evento de la propia vida.
En términos generales el libro del Tao son en su mayoría consejos para la vida, no para la muerte. Porque no se supone que una persona pueda morir «bien» si no vive «bien». La muerte debe ser según esto un agotamiento de la vida.
Flexibilidad, adaptabilidad
La vida en el taoísmo es la fuente de la espontaneidad y la adaptabilidad al cambiante ritmo de la naturaleza. Todo lo que tiene vida no es rígido, firme, tenso… sino que es fluido, como el agua, como la lluvia.
El hombre al nacer es blando y débil,
cuando muere, rígido, firme y duro.
El pensamiento taoísta fijará su atención en poner en el sitio más alto lo que se encuentra más bajo. Hará de la debilidad la potenciación de la fuerza.
Las semejanzas con la filosofía que desarrollará después el judo no puede ser más similar.
De aquí que podamos entender la frase del Tao:
Lo más débil del mundo
cabalga sobre lo más fuerte que en el mundo hay.
Si se enfrentan fuerzas rígidas, la más grande vencerá. Pero si se enfrentan fuerzas y una cede, vence a la más fuerte porque ésta cae por su propio peso. Por eso:
Lo firme y lo grande ocupan el lugar inferior;
lo blando y lo débil el superior.
Como quiera que estas dos tendencias: la representada por Bodhidharma y la representada por ChŽan -Taoísmo, según sea la versión china o japonesa no coinciden, podemos, no obstante, decir que ambas corrientes se amalgamaron en la persona de Houei-Neng (considerado el sexto patriarca zen).
Así pues, el concepto Tao en China se refiere al «camino», las leyes de la naturaleza misma, y se relaciona estrechamente con las artes de lucha que se originaron en el ámbito de Shao-lin bajo la dirección de Bodhidharma.
Hasta el siglo XII propiamente no se introduce de una manera relevante el Zen en el Japón durante el período Kamakura.
Aquí, las dos tendencias principales en la corriente Zen, y haciendo una obligada simplificación se llamarán rinzai, introducida por Eisai (1140-1215) que dará más importancia al sistema Ko-an; y la soto, introducida por Dogen (1200-1253) que da más énfasis a la meditación za-zen. Las dos escuelas actualmente se complementan.
En el contexto japonés nos encontramos sin embargo con unos rasgos sociales diferentes que en China. En el período kamakura que nos ocupa aquí quedó fortalecido el clan hoja que llegó al poder y dio solidez al gobierno militar. Los samurai cobran de esta manera un protagonismo destacado en la historia japonesa.
Como dijimos, junto al bujutsu se desarrollaría en Japón el espíritu de bu-shi-do (literalmente guerrero-señor-camino) y se caracterizó por un código rígido de principios morales, que hizo de alguna manera elevar la mera «técnica» militar a camino ético.
Hay que hacer notar que esta práctica era observada no sólo en el combate, sino que cubría gran parte de su vida ordinaria. El saber adquirido se valoraba en su dimensión práctica, de ahí que tales principios eran más bien comunicados en máximas o en transmisión oral más que en códigos escritos.
Contribución del zen a la sociedad española. Paralelismos en nuestra cultura.
Una de las características del zen contemporáneo es su impregnación en la vida cotidiana japonesa.
Sucede que gran parte de los asuntos de la vida cotidiana han sido influenciados por el espíritu del zen, haciendo honor a la célebre frase: «El tao es la vida cotidiana». De entre varias actividades destacamos aquí:
La ceremonia del té (cha-no-yu). El arreglo floral (ikebana). La «pintura» (sumi-e). La poesía (haiku). Y las artes marciales propiamente dichas: Karate-do, Judo, Aikido, Kendo, Kyudo.
La ceremonia del té (cha-no-yu)
Según nos cuenta Kakuzo Okakura en su libro del té «el parentesco y los puntos de contacto entre el zenismo y el té son proverbiales».
También señala más adelante los vínculos del té con el taoísmo. El maestro de cha-no-yu impregnado de dicho espíritu ejecuta su ceremonia dando sentido y significado a cada una de las acciones necesarias para su preparación.
El salón de té responde a la sencillez de los monasterios zen y concuerda con el espíritu de «vacío» tan característico en el habitat oriental, en el que la tranquilidad y serenidad es norma fundamental.
Respecto a su relación con el contexto guerrero japonés del siglo XVI, dicho autor no dice que la sala de té ofreció dulces horas de reposo y «fue un oasis en el triste desierto de la existencia».
Merece citarse la obra denominada «ChŽa Ching» de Lu Wu como texto base de todo lo concerniente al té y su preparación.
El arreglo floral (ikebana)
Propiamente y según nos indica G.L. Herrigel la ceremonia de las flores está caracterizada por la meditación y una profunda concentración, dos cualidades también importantes en la práctica de las artes marciales.
Aunque en el ikebana como en todo arte es necesario aprender cierta técnica especial, encontramos una peculiaridad que es común a todas las artes que aquí tratamos: la superación en la técnica.
«Sin embargo, no basta con el mero dominio de la técnica; en lo más hondo de nuestra conciencia intuimos que existe algo más, que debe ser descubierto y alcanzado».
La «pintura» (sumi-e)
El arte sumi-e tiene connotaciones y singularidades propias. Con propiedad no puede ser llamado pintura en términos conceptuales ya que este término denota una acción reflexiva y lógica en los cuadros clásicos occidentales.
No obstante, y como veremos, hay también semejanzas con la pintura occidental (y más concretamente con el dibujo) y aunque dichas semejanzas son minoritarias expresan de alguna manera lo que varios autores sostienen: que el ser humano es el que posee contenidos orientales y occidentales.
Es fundamental en el arte sumi-e expresar el sentido de «vacío» que forma parte de cualquier cuadro de este estilo. Este sentido de vacío configura peculiarmente el habitat oriental en las casas tradicionales japonesas y en el dojo propiamente donde se practican las artes marciales.
También y paralelamente la «técnica» (jutsu) del arte marcial para ser «camino» (do) debe proceder de ese «vacío», de una inspiración inconsciente: con rapidez y sin deliberación. Su ejecución debe ser pronta y espontánea.
Los diferentes trazos en el sumi-e no intentan en realidad representar nada sino que esos mismos trazos son algo en sí mismo, algo vivo y creado.
Es importante también la ausencia de intención al realizar la obra; cada movimiento, una vez que se ha aprendido la técnica, debe ser ejecutado «por sí mismo».
«… en el zen al igual que en la esgrima, se valoriza en alto grado una mente sin vacilación, sin interrupción, sin medición».
Para ello es necesario no bloquear la mente con cualquier idea de finalidad. Es necesario que la energía vital sea una corriente ininterrumpida, sin meta y sin vacilación.
Respecto a esta acción sin finalizar, en paralelismo con nuestra cultura, R.H. Blyth en su libro «Zen en la literatura inglesa y en clásicos orientales» nos dice que don Quijote de la Mancha ejemplifica esa idea de caballero andante sin meta alguna.
Según este punto de vista la obra de Cervantes, representante máximo de nuestra literatura, también puede considerarse en cuanto a la creación de sus personajes como un intento de equilibrio entre lo ideal y lo real.
Ciertamente la vida de Don Quijote tiene profundas semejanzas en cuanto tiene de abnegación, renuncia de sí mismo y voluntad de consecución en la acción. Subrayamos en estas líneas las palabras del protagonista de la obra de Cervantes dejando a la imaginación del lector su relación con cuanto aquí se ha dicho:
«El andante caballero busque los rincones del mundo; éntrese en los más intricados laberintos; acometa a cada paso lo imposible; resista en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los «yelos»; no le asombren leones, ni le espanten vestiglos, ni aterroricen endriagos; son sus principales y verdaderos ejercicios».
La poesía (haiku)
La poesía denominada «haiku» difiere de las que generalmente se hacen en Occidente por lo corto de su métrica (diecisiete sílabas) y por las grandes dosis de experiencia que el poeta transmite. El haiku está exento de intelectualismo y lleno de una visión intuitiva de la realidad. Blyth señala que «el haiku es una especie de satori, o iluminación; por la que penetramos en la vida de las cosas».
Hay cuatro estados de ánimo principales que el haiku puede recoger: cuando hay un sentimiento de soledad se denomina sabi; cuando es un sentimiento de tristeza o depresión se llama wabi; cuando hay tristeza intensa y nostálgica es aware y finalmente cuando se ve algo extraño y misterioso yugen.
Los dos poemas que seleccionamos aquí son de Matsuo Bashoo (1644-1694) reconocido como el mayor poeta de haiku. Nació y se educó como samurai y fue introducido en el zen por Bucchoo. Según este gran maestro del haiku un hombre no puede encontrarse a sí mismo que se exponga a todos los peligros de la naturaleza. Se convirtió así en un viajero incansable. Uno de los poemas, en cuestión dice así:
Expuesto a la intemperie
y resignado, ¡cómo corta
mi cuerpo el frío!
El otro es más conocido ya que según su autor fue el poema base con que confeccionó todos los demás.
Se dice que Bashoo contestó a Bucchoo ante una pregunta que éste le formuló, oyendo el sonido de una rana que saltaba en ese momento al agua: «Al zambullirse una rana, ruido de agua».
La primera parte del verso fue completado más tarde quedando como sigue:
Un viejo estanque;
al zumbullirse una rana,
ruido de agua.
Sencillez, naturalidad, ausencia del «yo», sinceridad e intuición. ¿Acaso no son estas las cualidades características que tratan de perfeccionar los grandes maestros que practican las artes marciales?.
Si bien es verdad que en Occidente se han conocido las distintas artes marciales separadamente es lógico inferir, no obstante, por lo que aquí queda dicho que estas diferentes técnicas de combate puedan constituir un todo coherente aplicable distintamente según los casos concretos, sin perjuicio de un desarrollo autónomo en cada especialidad.
En el Japón, por ejemplo, el aikido, judo, kendo … fueron conjuntados en lo que se denominó el bushido.
Lo importante aquí es señalar esos aspectos vinculantes de las artes marciales y la escuela chŽan (zen) tal y como de manera similar se dio en China con Bodhidharma en Shao-lin, como se mencionó.
Esta vinculación es a nuestro juicio muy importante por dos razones fundamentales. La primera es que supone algo más que la mera técnica (jutsu). La segunda es que vincula las artes marciales a hechos de la vida cotidiana y le da una fundamentación práctica para el propio perfeccionamiento.
De esta manera, como siguiendo esta tradición y en un contexto histórico diferente, encontramos en Japón esta interdependencia entre la meditación, la labor cotidiana y la práctica del sumo en el templo Enkakuji (kamakura).
Meditación, labor cotidiana y práctica del sumo
Lo más importante para la vida del zen es lo que viene expresado en la célebre frase: «Un día sin trabajo, un día sin comida». El maestro Hyakuyo Ekai (720-814) es el fundador de este sistema organizativo y siempre se dedicaba con sus discípulos a cualquier tipo de labor como práctica zen. Se cuenta que éstos, dado lo avanzado de la edad del maestro, escondieron sus instrumentos de trabajo y él no negó diciendo: «Si no trabajo, no como».
En realidad los trabajos cotidianos son uno de los fundamentos para la vida zen. Esto se diferencia de la India en la que los monjes meditaban más abstractamente. En China, no obstante, era distinto. Los chinos siempre deseaban hacer trabajos concretos porque pensaban que esta vida concreta si no es también física y manual, no tiene sentido. Esta idea práctica de los chinos salvó al budismo de la simple meditación.
Por más que nuestras ideas, nuestros pensamientos, sean elevados si no están unidos a la tierra carecerán de utilidad. Cualquier idea si influye en nuestra vida tiene que tener una relación con nuestro cuerpo.
Si los que practican la meditación no se aplican a cualquier experiencia de la vida cotidiana, la solución será simplemente abstracta y no dará ningún fruto. Si no da fruto, desaparecerá.
Por eso, los maestros querían que sus discípulos trabajasen en las montañas; en el jardín, en el campo. En la realidad los maestros mismos adelantando a sus discípulos trabajaban llevando agua, utilizando los instrumentos, etc.
Pero esto no es trabajar por trabajar, sino para experimentar íntimamente la significación que hay dentro del trabajo.
La meditación propiamente es labor.
La meditación tiene tendencia a alejarse de la realidad, por eso inconscientemente los monjes no olvidaron usar el trabajo corporal.
Este trabajo está lleno de espíritu democrático ya que no existía diferencia jerárquica. Todos los monjes se dedicaban al mismo tipo de trabajo.
Para ellos cualquier cosa cotidiana en la que poder estar atareado era importante y no restaba dignidad a sí mismo. Tenían conciencia suficiente de que hay una significación profunda en las labores más insignificantes.
El latido del corazón al esforzarse, el movimiento de las manos y de los pies suscitaron un pensamiento de carácter serio. Cualquier cosa si no se filtra a todo el cuerpo impregnándose, nunca puede entenderse.
Hyakuyo es un gran maestro de zen que ha visto y observado las facultades de la psicología humana. Sin él, no existiría el zen de hoy.
Pero los monjes, no sólo se dedicaban a tareas agrícolas y de construcción sino que durante determinadas fiestas se dedicaban a la práctica del sumo. Se desarrollaba así principalmente un carácter honesto.
A modo de conclusión
Con las palabras anteriores se han pretendido de alguna manera ajustar las artes marciales en su paso de un sentido meramente técnico a lo que tienen de trasfondo cultural y que se expresa en la palabra «do».
Hay que añadir que este trasfondo cultural viene determinado por una profunda disciplina vital. Lo que se pretende decir es que no se pueden separar las diferentes actividades de la vida. El hombre no se puede diseccionar sino sentir como un todo.
Esto implica que lo aprendido en el dojo debe proyectarse realmente en la vida cotidiana de cada uno, dando así juego a todas las circunstancias.
Hay que decir que curiosamente cuando se pregunta a algunos orientales sobre la vinculación del Zen con el judo, karate-do, ikebana… y cualquier otra práctica similar se apresurarán a negar cualquier tipo de vinculación entre estas diferentes escuelas y el zen. Y es que el zen tiene su propio adiestramiento particular basado en la meditación za-zen, los ko-ans y las labores cotidianas.
Occidente en cambio necesita vincular esas diferentes prácticas a un todo común como orientación ubicadora y el zen proporciona esa base sustentadora.
Por tanto, este tipo de vinculación que se ofrece aquí debe ser matizado diciendo que aunque estas diferentes artes poseen un sustrato común, la práctica individualizada de cada una de ellas supone un «camino» (do) concreto y peculiar con características psicológicas propias. Son adiestramientos profundamente similares en el origen, pero diferentes como realidades concretas formales.
Según nos dicen varios autores una persona que se adiestra en el zen tiene siempre presente que sólo la información no puede suplantar la práctica y que hay que evitar que la información sólo contribuya «a cargar supérfluamente la mente del aspirante de ideas que pudieran confundirlo en cuanto a sus objetivos y enfriar su incentivo para la práctica».
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